Ya dijimos una y mil veces que este es un juego raro. Viktor Hovland terminó 2023 y era por lejos el mejor jugador del mundo, pero le agarró el síndrome de la perfección. Ese síndrome que te lleva a pensar que no sos lo suficientemente bueno, que tenés lugar para seguir mejorando, a pesar de haber terminado como el mejor jugador del año en el PGA Tour. No es solo Hovland el que ha sufrido ese síndrome. Podemos hablar de miles de casos de jugadores súper exitosos y que decidieron que tenían que cambiar porque no se creían lo suficientemente buenos. La mayoría de ellos se perdieron en la oscuridad y solo unos muy pocos volvieron a recuperar su nivel. Tiger Woods cambió varias veces y siempre volvió mejor, pero Tiger hay uno solo. Por cada Tiger podemos encontrar a los Kaymer, Perks, Randolph, Donald, Manassero, y cientos de jugadores que por querer buscar más distancia o por querer cambiar su efecto natural terminaron desapareciendo. Hovland fue uno de ellos y hoy está de vuelta levantado un trofeo en el tour.
Decíamos que es un juego raro porque el noruego venía de fallar los últimos 3 cortes y parecía perdido. En la cancha Copperhead, Hovland volvió a mostrar lo que mejor hace: su juego de tee a green fue impecable y lo demostró sobre el final. Nico Echavarría era uno de los líderes luego de 54 hoyos, Grillo estaba a tres golpes y en esos tres golpes había otros 20 jugadores amontonados para tratar de ganar en una de las mejores canchas del tour. Esas en donde el par vale. Los últimos tres hoyos llamados Snake Pit ponen a prueba a los mejores y la presión es infinita en ese trayecto a la hora de cerrar. Grillo abrió con bogey el 1, el hoyo más fácil de la cancha, y luego anotó 17 pares. Aburrido, pero dando síntomas de mejoría luego de un flojo comienzo de año. Nico arrancó bien, pero cayó al final y sus últimos dos bogeys lo sacaron del top 10. Justin Thomas no gana desde hace casi 3 años y parecía que se lo llevaba, pero dos golpes de salida fallados a la izquierda terminaron con sus aspiraciones. Allí apareció Hovland que bajó el 14, acertó el fairway del dificilísimo hoyo 16, desde donde pegó un exquisito hierro a 3 metros para lograr el birdie y dejar las cosas igualadas con Thomas. Al mismo tiempo que este hacía bogey el 18, Hovland pegaba otro perfecto fade en el 17 y el birdie en el par 3 lo dejaba con dos de ventaja. Sabiendo eso el bogey final no lo afectó. Juego raro. Lo que no sería raro es que Hovland quiera volver a cambiar de coach para seguir buscando la perfección. Ojalá alguien le diga que en este juego no hace falta ser perfecto para ganar.
