Hace dos semanas, en Quail Hollow, Scottie Scheffler terminó cinco bajo par los últimos cinco hoyos del sábado y tomó el control del PGA Championship. A todos nos pareció que el campeonato ya tenía dueño y, si bien el domingo lo alcanzaron, al final la calidad del N.º 1 del mundo terminó imponiéndose.
Esta semana, la historia fue parecida. El sábado en Muirfield Village, donde defendía el título del Memorial, Scheffler cerró la jornada con cuatro birdies en los últimos cinco hoyos y la sensación fue la misma de hace 15 días. El domingo, un renovado Ben Griffin hizo lo imposible, pero no le alcanzó. Luego del doble bogey del hoyo 17, Scheffler pudo jugar el hoyo final con cuatro de ventaja.
Es difícil encontrar nuevos adjetivos para describir el juego del ganador. Esta vez, su driver marcó la diferencia. En los hoyos finales jugó como si fuera un ajedrecista, sin equivocarse ni una sola vez. La madera 7 que ejecutó en el hoyo 15, luego de que Griffin la dejara para águila, fue una obra de arte. Aunque no embocó el putt y su rival sí lo hizo, nada cambió.
En una cancha presentada como me gustaría que se jugara todas las semanas en el Tour —con rough alto y greens firmes—, el mejor prevaleció. En una semana en la que solo 11 jugadores terminaron bajo par en el campeonato, Scheffler fue el único en bajar el par en las cuatro rondas, ganando por cuatro golpes de diferencia sobre un Griffin que no para de jugar bien.
Todo esto, además, lo logró terminando la semana más allá del puesto 30 en golpes ganados con el putter. Solo nos queda la duda de qué puede pasar si empieza a embocar un poco más. Por ahora, el mejor del mundo se divierte en el Tour, y en dos semanas, la prueba más difícil del golf será un nuevo desafío. Oakmont lo espera, pero por ahora, en la casa de Jack, Scottie Scheffler sigue reinando.
