04. BAY HILL CLUB & LODGE

Llegar a Bay Hill es entrar al reino de Arnold Palmer. Su presencia está en todos lados, incluso en las tarjetas para abrir las habitaciones del hotel. El “Rey” compró este lugar a principios de la década del 70 y, un par de años más tarde, trajo al PGA Tour para transformarlo en uno de los torneos más prestigiosos del calendario.

La cancha ya existía cuando Palmer tomó el control, pero su equipo de diseño la transformó hasta convertirla en una de las más competitivas del circuito. El inicio es de los más exigentes que enfrentan los profesionales, y pasar en par los tres primeros hoyos requiere algo más que buenos golpes. Abre con un par 4 que dobla a la izquierda, con fuera de límites a ambos lados; continúa con un par 3 que puede medir hasta 230 yardas y con uno de los greens más difíciles del recorrido; y en el hoyo 3 se necesita un golpe de salida perfecto para evitar el lago a la izquierda y el rough denso a la derecha.

Hay un pequeño respiro en el 4 y el 5, pero el agua vuelve a aparecer en el par 5 del hoyo 6, célebre desde que DeChambeau intentó llegar al green con el driver volando todo el lago. El 8 es otro par 4 complicado y la ida cierra con uno de los hoyos más duros del campo: más de 500 yardas desde el tee de fondo y fuera de límites en ambos lados lo convierten en un par 4 monumental.

En la vuelta, es clave acertar el fairway del 13 para tener un segundo golpe más cómodo al green, que se juega por sobre el agua. El 14 exige un hierro largo para alcanzar el green de ese par 3, mientras que el 15 es quizás el hoyo más difícil del regreso. El final es sencillamente espectacular: en el 16 hay chances de águila, en el 17 se necesita un golpe perfecto desde el tee para encontrar el green, y el famoso 18, ciego desde la salida, castiga severamente a quienes fallan por la derecha, donde casi no hay forma de llegar al green en dos golpes.

Tiger Woods se cansó de ganar en Bay Hill: primero como amateur, conquistando uno de sus tres US Junior, y más tarde como profesional, embocando putts memorables en el hoyo final para quedarse con el título.

Para poder jugar en Bay Hill es necesario hospedarse en el Lodge, y la experiencia vale la pena. Allí se mantienen tradiciones que Palmer respetaba a rajatabla: no se puede circular por el hotel o los restaurantes con la gorra puesta, hay que jugar con la camisa dentro del pantalón y no está permitido entrar a los restaurantes con remera de cuello redondo. Es, en definitiva, un viaje al pasado… y de vez en cuando, eso viene muy bien.

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