Durante el mes de julio de este año vamos a disfrutar por segunda vez de Royal Portrush. El Open llega allí seis años después del inolvidable triunfo de Shane Lowry, y el hecho de que vuelva tan rápido habla del éxito que fue para la R&A haber llevado el Open nuevamente a Irlanda del Norte.
El Dunluce Course (la cancha de campeonato) recibe su nombre del castillo situado a unos kilómetros del green del hoyo 5. Ubicado frente al mar, es uno de los paseos obligados cuando se visita el lugar. La cancha abre con un par 4 que no dice mucho, pero a partir del hoyo 2, cada hoyo es mejor que el anterior. Esto sucede hasta el hoyo 16, uno de los mejores pares 3 del Reino Unido. El final no es malo, pero lo anterior es tan bueno que alguien puede sentirse algo desilusionado por los últimos dos capítulos.
Para el Open de 2019, la cancha sufrió cambios: Martin Ebert creó dos hoyos nuevos (los hoyos 7 y 8 del Open), eliminando esos dos hoyos finales que hoy forman parte de una canchita para menores (aunque el famoso bunker Nellie sigue ahí, firme). La cancha mejoró notablemente y eso hizo que el final del Dunluce Course sea sustancialmente mejor. Sigo creyendo que no pegan del todo con el resto del trazado, pero sin dudas fue una mejora con respecto a lo que había antes de la reforma.
De la cancha, que muchos habrán visto por TV en el Open de 2019, hay muchos secretos, y es una de esas donde un caddie ayuda muchísimo. Sus greens invertidos y la intimidación visual desde el tee (típico de Harry Colt) hacen del Dunluce una de las canchas más complicadas de las Islas Británicas.
Para destacar: el corto par 3 del hoyo 3; la vista del hoyo 5, que es espectacular; el nuevo par 5 del hoyo 7, que da la sensación de estar jugando en el medio de la nada; el green del 15, que es fabuloso; y, como les dije, el 16, un par 3 que mete miedo desde el tee (no fallen por la derecha).
Una pequeña historia de la primera vez que jugué allí, que tiene que ver con el hoyo 16. Me tocó jugar con un matrimonio, y cuando llegamos al 16, el viento soplaba en contra. La señora, buena jugadora, pegó un leve slice que el viento llevó al valle a la derecha del green. Preocupada por su pelota, amagó con bajar a buscarla, pero su marido le advirtió: “No bajes porque te vas a caer y no te podré socorrer”. La señora insistió y dio un par de pasos hacia abajo, pero ante la insistencia de su marido, por suerte desistió de la búsqueda. Menos mal, porque la caída estaba asegurada y la pelota era casi imposible de recuperar.
Irlanda del Norte es un gran destino para un viaje de golf, y Royal Portrush merece más de una ronda: una para descubrirla y otra para disfrutarla.
