Jugar Mal y Ganar

En todos los deportes pasa. Hay días en los que estamos iluminados, esos días en que nos sale todo bien, que pegamos como nunca, que vemos las caídas con claridad y que el putter colabora. Son esos días en los que uno no solo disfruta el golf, sino que además comete el error de pensar que eso durará para siempre. O peor aún, uno tiene ese pensamiento que jamás debería llegar a la mente, pero que es inevitable en esos momentos: “Lo encontré”, se nos ocurre pensar, sin saber que muy probablemente al día siguiente esa extraordinaria sensación quede escondida en algún lugar y no podamos encontrarla por mucho tiempo. ¿Cómo puede ser que un día seamos Dr. Jekyll y al siguiente Mr. Hyde? Así es el deporte, y muy especialmente el golf.

Por eso hay que aprender a jugar mal, o mejor dicho, hay que aprender a hacer un buen score jugando mal. Esto es lo que tienen los grandes campeones y por eso se diferencian del resto. Hay un ejemplo claro de esto en la primera ronda de Tiger en Augusta 2005. Se los voy a traer a la memoria porque es algo que todos los golfistas deberían ver. Ese año llovió como pocas veces en Augusta, y el comienzo de la primera ronda se demoró tanto que el club decidió comenzar el juego desde ambos tees de salida. Tiger salió por el 10 y, en el 13, tiró la pelota al agua con su tercer golpe. Esto no sería nada si no fuera porque lo hizo ¡con el putter!, después de haber alcanzado el green con su segundo golpe.

Otro ejemplo de lo mal que jugó Tiger ese día fue la mezcla de globo y gancho que pegó con el golpe de salida en el hoyo 2. Nada le salió bien ese día a Woods, pero, como solo él y unos pocos más pueden hacer, firmó 74 golpes. Cualquier mortal no bajaba de 80, pero él peleó como siempre, no se entregó sabiendo que el torneo recién comenzaba, y el domingo, en un duelo inolvidable con Chris DiMarco, terminó calzándose su cuarto saco verde (el año del famoso chip del hoyo 16).

Esa última jornada comenzó temprano, con Tiger en el fairway del 10 en la tercera ronda. Abrió el día con tres birdies seguidos y, en el 13, desde el fairway, intentó llegar al green con el segundo golpe: le dio tan mal que la pelota ni siquiera llegó al arroyo. Ya en el 15 volvió a pegar mal, otra vez desde el centro del fairway, y esta vez terminó en el agua. Así fue la semana de Tiger. Y el final tampoco fue fácil, porque después de embocarla en el 16, terminó bogey-bogey y tuvo que ir a un playoff. Pegó mal, o muy mal, pero igual ganó. Y eso es lo que cuenta.

En estos días, Scottie Scheffler es quien mejor hace esto de pegar mal e igual anotar un buen score. Es cierto que el final del sábado le dio una buena ventaja de cara al día final, pero para mí Scheffler marcó la diferencia el primer día de juego. Debe haber sido una de las peores rondas de 18 hoyos que le vi jugar al número uno del mundo, pero igual se las ingenió para terminar con 69 golpes. Después apareció la mejor versión de Scheffler y la victoria terminó siendo por amplio margen.

Todos vamos a tener esos días en que todo sale bien, pero sepan que duran poco. La mayoría de los días no vamos a estar finos, y son esos los días en los que necesitamos la mayor concentración para poder salvar la ronda. Ganar pegando bien y embocando lo hacen muchos. Ganar pegando mal es virtud de pocos. Por eso son los mejores.

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