IDENTIDAD

Cuando era chico y leía en las revistas que llegaban a Argentina acerca del US Open, aprendí de qué se trataba el campeonato. No era una semana para divertirse, sino para presenciar una pelea durísima entre los mejores jugadores del mundo y la cancha. Una semana en la que el par tenía un gran valor, donde la paciencia era la principal virtud y no había margen para relajarse.

Así fui creciendo, leyendo sobre US Open memorables como el triunfo de Hale Irwin en Winged Foot, la ronda perfecta de David Graham para ganar en Merion, la imposible embocada de Watson en Pebble Beach, el doble golpe de T.C. Chen en Oakland Hills cuando tenía el campeonato casi ganado, o el espectacular duelo entre Nicklaus y Aoki en Baltusrol que terminó con el cuarto y último título de Jack en este torneo.

El tiempo y mi trabajo me permitieron empezar a conocer esas canchas y a valorar verdaderamente su dificultad. Mi primera experiencia en un US Open fue, justamente, en Oakmont, en 1994. Ya les conté sobre la despedida de Palmer, el calor sofocante y el nacimiento de una nueva superestrella: Ernie Els. Venció a Colin Montgomerie y a Loren Roberts en un playoff de 18 hoyos disputado el lunes, que necesitó dos capítulos más para que el sudafricano levantara el primero de sus dos títulos. Quedé profundamente impresionado con la dificultad de Oakmont, algo que volví a sentir en 2007, cuando fue Cabrera quien levantó el trofeo. Ese año, con la cancha firme y rápida, tuve la sensación de estar viendo algo casi imposible.

La USGA comenzó a recibir críticas desde distintos sectores por la exigencia extrema de los campos. Algunos sostenían que se ridiculizaba a los mejores del mundo, y convengamos que a estos jugadores no les divierte tener que pelear para firmar una tarjeta de 75 golpes. En la primera década de este siglo hubo dos ediciones consecutivas que se ganaron con +5 al par: Ogilvy en Winged Foot y Cabrera en Oakmont. Me da la impresión de que allí comenzó un cambio dentro de la institución. Es cierto que no fue inmediato, pero a partir de 2011 comenzaron a verse scores ganadores muy alejados de la historia del campeonato. McIlroy sorprendió al mundo con su -16 en Congressional, y si bien luego vinieron dos años con ganadores sobre par (Simpson en Olympic y Rose en Merion), Kaymer se impuso con -9 en Pinehurst y Koepka anotó -16 en Erin Hills.

Fue una época en la que la USGA experimentó llevando el torneo a nuevas sedes, muchas de ellas públicas, con el objetivo de acercarlo más a la gente y sacarlo de los clubes súper exclusivos. Pero el experimento no dio los resultados esperados: solo Bethpage estuvo a la altura, aunque finalmente se volcó hacia la PGA of America, y hoy parece difícil que el US Open vuelva allí.

El listado de futuras sedes del campeonato nos indica que el US Open está regresando a sus orígenes y a la identidad que siempre lo caracterizó. Celebro que la USGA haya tomado ese rumbo, y que uno de los torneos más importantes del calendario esté volviendo a los lugares de donde nunca debió haberse ido.

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