INOLVIDABLE

Ya de regreso de Augusta, y ahora con las pulsaciones en su ritmo habitual, es tiempo de hacer un repaso de lo que nos dejó este inolvidable Masters. Voy a empezar por el final, y tiene que ver con cómo el ganador explotó después de embocar el último putt. La catarata de emociones que dejó ver McIlroy dejó en claro lo que le pesaba el hecho de no poder ganar en Augusta.

No podría asegurar que este fue el mejor Masters, porque creo que el triunfo de Nicklaus en el 86 sigue siendo, para mí, el mejor, con el triunfo de Tiger en 2019 muy cerquita. También la primera victoria de Tiger en el 97 o el quinto saco verde de Nicklaus en el 75 fueron ediciones extraordinarias, pero no tengo ninguna duda de que la que vivimos hace pocos días fue la única que nos mantuvo sentados en el borde del sillón y sin poder levantarnos desde el drive del 1 hasta el playoff.

En aquel triunfo de Nicklaus del 86, además de que la transmisión empezaba en el hoyo 7 el domingo, nada sucedió hasta que a Jack se le ocurrió hacer birdie en el 9 y jugar esos últimos 10 hoyos en 7 bajo par. En la victoria de Tiger en 2019, nada había sucedido hasta que todos decidieron tirarla al agua en el 12. Tiger tomó control de la situación y todos sabíamos cómo iba a terminar. En el 97, solo quedaba por saber por cuánto iba a ganar Tiger. Pero el domingo pasado hubo emoción desde el hoyo 1.

Fue toda una locura en el comienzo, y en tres de los primeros cuatro hoyos hubo diferencia de dos golpes. Todo se tranquilizó a partir del 6, y para cuando llegamos al 13, todo parecía definido. A partir de allí fue una locura como nunca se había visto. Muchos de los grandes golpes en la historia del Masters ocurrieron en esos últimos hoyos (segundo de Rory en el 15, segundo de Rory en el 17, segundo de Rory en el playoff), pero también vimos muchos de los peores golpes de la historia del torneo (tercero de Rory en el 13, putt de Rory en el 15, segundo de Rory en el 18). Todos esos golpes tuvieron un denominador común: Rory McIlroy. Otra muestra más de lo difícil que fue para el ganador controlar sus emociones.

También vimos a un jugador hacer 10 birdies en la ronda final, algo muy inusual. Hablando con un jugador al que no le fue muy bien el domingo, me decía que la cancha estaba al límite, y que creía que la habían llevado al límite porque el pronóstico indicaba que no iba a haber viento. «Por suerte acertaron», me dijo, «porque si se levantaba la brisa, podía ser un desastre».

En esas condiciones, Justin Rose dio una cátedra de cómo jugar al golf en Augusta. Es cierto que salió a 7 del líder sin pensar en que podía ganar, pero para cuando llegó al 13 sintió que algo bueno podía pasar, y ya en el 16 se dio cuenta de sus posibilidades. Un súper jugador que, por segunda vez, pierde un desempate en Augusta y acumula ya tres segundos lugares (15, 17, 25). A los 44 años no le deben quedar muchas oportunidades, pero Rose lleva dos segundos puestos en los últimos dos majors y su juego parece intacto.

Algunas preguntas aparecen ahora, y la primera es una de las que jamás tendremos respuesta: ¿qué hubiera sido de McIlroy si perdía este Masters? Todos podemos conjeturar, pero nadie lo sabrá. ¿Qué viene ahora para Rory? Eso lo veremos en los próximos meses, pero en febrero último, y luego de ganar en Pebble, dijimos junto a Joaquín Estévez que, si Rory ganaba el Masters, podía ganar más de un major este año.

El PGA Championship se juega en Quail Hollow, donde Rory ha ganado 4 veces en su carrera; el US Open va a Oakmont, donde los últimos 4 ganadores son Miller, Els, Cabrera y D. Johnson, todos pegadores larguísimos en cada ocasión; y el Open viaja a su Irlanda del Norte natal, a una cancha que no lo trató muy bien en 2019, pero donde un joven McIlroy estableció el récord cuando tenía 16 años. Nadie puede imaginar lo que sería Royal Portrush si los planetas se alinean y McIlroy gana los próximos dos majors.

Lo que sí creo es que el triunfo en Augusta será el que le abrirá las puertas para ganar más de estos campeonatos. ¿Cuántos? Nadie lo sabe, pero creo que, así como se transformó el domingo en el primer europeo en ganar los cuatro grandes, no pasará mucho hasta transformarse en el mejor jugador de Europa de todos los tiempos. Para muchos ya lo es, pero las sombras de Seve, Faldo y Vardon todavía están allí.

Por último, el triunfo de McIlroy dejó números para la televisión que no se veían desde 2018, cuando Patrick Reed derrotó a Fowler por un golpe. En 2019 se jugó a la mañana y, por eso, los ratings no fueron tan buenos en el último triunfo de Tiger. La última media hora del domingo tuvo casi 20 millones de espectadores en Estados Unidos prendidos al televisor, y el día final terminó con un promedio de 12,7 millones de personas viendo el Masters.

Como dato de color, fue fabuloso el silencio de Jim Nantz y Trevor Immelman, comentarista y analista de CBS, luego de que Rory embocara el putt final. No hay nadie como Nantz, que este año cumplió 40 ediciones trabajando en el Masters, para darle el marco justo a cada definición del torneo.

Pasó un Masters inolvidable. Por todo lo que pasó el domingo, pero, fundamentalmente, porque fuimos testigos de un pedazo de historia. Cuando Tiger completó el cuadrilátero, habían pasado 34 años desde que Nicklaus lo había logrado. Ahora hubo que esperar 25 años para que el selecto club recibiera a su sexto miembro. Por suerte, McIlroy todavía podrá agregar algunos capítulos más a su propia historia.

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